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miércoles, 15 de noviembre de 2006

C - La aldea de Bari

Su intención era viajar hacia el norte y llegar al Mediterráneo. Unos dos mil kilómetros y prácticamente todo el camino era una zona desértica.

Había muchas dificultades añadidas a las condiciones del terreno y la distancia. No podían andar por esas tierras sin correr un auténtico peligro de muerte.

La línea más corta, la aguja de la brújula, no serviría en esta ocasión.

Lo más lógico, si seguían el mapa que tenía en su poder, sería llegar al lago Chad y continuar al norte, hacia los desiertos de Tibesti, pasando por aldeas y oasis que les permitirían recorrer esa primera zona de arenas infranqueables.

El principal problema, además de todas las dificultades del terreno, era encontrarse con alguna tribu de asaltantes, que posiblemente les impedirían el paso y matarían para robarles.

Para evitarlo tenían que intentar unirse a alguna caravana que atravesase los desiertos, y por esa zona del territorio no pasaban.

No les quedaba más remedio que alejarse de su ruta y rodear el lago Chad por el norte, la única franja por la que no se encontrarían ni con británicos ni alemanes, ya que estos se ubicaban en el sur del lago.

Tardarían 4 días en alcanzar el agua. Un lago enorme. Un mar interior. No se veían las orillas de lo inmenso que era. Tenía hasta islas en su interior.

Necesitaron ir con mucho cuidado evitando el encuentro con toda persona, aguantando la lluvia, y buscando un paso para poder atravesar el río que confluía con el lago.

Consiguieron llegar a su primera parada. La aldea de Bari.

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