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lunes, 13 de noviembre de 2006

El más asqueroso

A Pepemari le conocí en el colegio.

Tendríamos 12 años por aquel entonces y hablaba siempre de lo mismo. Su insaciable deseo por convertirse en la persona más asquerosa del mundo.

Ninguno de los compañeros comprendíamos el por qué de ese anhelo, pero lo cierto es que poco a poco se fue volviendo insoportable para todos sin excepción.

Nos miraba con desprecio, con cara de asco, de arriba a abajo, aunque para ello tuviera que subirse a una silla debido a lo bajito que era para su edad.

Le gustaba gritar y ofrecernos lindezas lingüísticas cuando había algún desconocido cerca, terminando su actuación subiendo el tono de los insultos y amenazándonos físicamente.

Alguna vez le increpó algún testigo accidental, molesto por su altiva actitud, y entonces aprovechaba la ocasión interpretando su función favorita. Saltaba, gritaba y provocaba encolerizado al que osara acercarse hasta amedentrarle, para después mofarse de él durante un buen rato, siguiéndole por la calle mientras le escupía y propinaba alguna patada.

Se convirtió en un ser vil y repulsivo consiguiendo que ninguno quisiéramos estar con él en ningún momento.

Y un buen día, todas las hormonas del crecimiento que se habían escondido impidiéndole aumentar su estatura, se colocaron debajo de su nariz y le apareció, de la nada, un bigote enorme.

Desde aquel hecho no se afeitó nunca y el bigote creció imparable.

Dejó de hablar con la gente. Ya no necesitó relacionarse para conseguir sus fines.

Hoy, muchos años después, es el bigote más asqueroso del mundo.

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