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viernes, 3 de noviembre de 2006

Al pilón

En las fiestas de mi pueblo tenemos por costumbre echar al pilón a los músicos que no nos gustan.

Es la parte más divertida de la fiesta.

Por la noche, después de beber con los amigotes, nos vamos a la plaza y observamos cómo son los cantantes que han sido contratados ese año.

Nos traen grupos y orquestas que no cobran mucho y nosotros les damos luego un extra.

El sonido siempre es muy malo. El equipo que llevan es muy pequeño, por aquello del caché, y la voz no se entiende nada.

De todas formas, dependiendo de la ropa y pelos que lleven, nos imaginamos lo que cantan.

Como somos muy piadosos, si viene una orquesta que lleve una cantante y alguna corista, suponemos que las letras son puras y nada más van al pilón los músicos.

Pero si viene un grupo de esos que llaman punks, nos divertimos de lo lindo.

Paco, el Alcalde, ha decidido censurar a los grupos cuyas letras no sean de su agrado.

Todas las letras de las canciones, antes de firmar el contrato, pasan por su mano. En los Plenos del Ayuntamiento las lee en alto y se ríen tanto que los lagrimones saltan como los peces y los panes del río. Si deciden que son contrarias a sus intereses, el Ayuntamiento las denuncia al Juez para tener el beneplácito de la Justicia.

De todas formas nos da igual. Aunque el alcalde no censure las letras, la decisión del chapuzón en el pilón nos pertenece a todos. Somos un pueblo muy democrático y si por mayoría decidimos algo, se hace, aunque el alcalde en esos momentos tenga que mirar a otro lado para que no veamos su sonrisa de añoranza.

Menudo era el Alcalde de joven.

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