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jueves, 21 de diciembre de 2006

Mudanza

Se van los vecinos de arriba. Son muchos porque es una pareja con 10 hijos. Un poco ruidosos para ser sinceros, pero les tenía aprecio, echaré de menos los gritos, golpes, arrastre de objetos por el suelo y los sonidos habituales que pueden originar una pandilla entera de chavales con ganas de divertirse y pelearse entre ellos.

Yo no quería subir a verles porque no me gustan las despedidas, pero no me ha quedado más remedio que hacerlo y me he metido en un jaleo.

¡Mala persona, inhumano, esclavista, explotador...!

Éstas y otras calificaciones mucho más malsonantes e injuriosas me he llevado por el mero hecho de contarles que estaban cometiendo una equivocación.

Les he dicho que comprendía que una mudanza resulta muy dura, pesada y cara. Que yo no soy nadie para aconsejarles sobre la forma de hacerla o la empresa más idónea, que hicieran lo que les diera la gana, pero que si la mudanza la iban a realizar sus primos, que la hicieran, pero que me dejaran a mí en paz.

Yo no tengo la culpa de que su familia sea tan vaga que les cueste trabajo abrir los ojos y prefieran andar a tientas con los brazos por delante, pero lo que no voy a permitir es que vacíen mi casa porque yo tengo menos bultos que la suya y así terminan la mudanza a tiempo para echar la partida de tute diaria.

Y mira que es fácil y tonta la cosa, pero cuando he subido para explicarles lo que querían hacer sus primos, en lugar de bajar y advertirles de que se estaban equivocando de casa y que además lo que necesitaban llevarse era sus cosas y no las mías (una cama pequeña, una silla, una mesa camilla, un transistor, una nevera enana, una sartén, un plato y un par de cubiertos), la han tomado conmigo.

En resumen: que se larguen ya, y que una vez descargados los bártulos se den cuenta de que se han equivocado de dirección.

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