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lunes, 5 de febrero de 2007

Odia las sorpresas

Por la mañana baja a la calle, camina hacia el trabajo, se sienta en su puesto, enciende el ordenador, y no separa los ojos del monitor hasta la hora de la comida.

A la hora de la comida baja a la calle, camina hacia el bar de los menús, sabe antes de ver el letrero pegado en el cristal lo que pedirá. Si es lunes, lentejas y filete de ternera. Si es martes, ensalada campestre y boquerones fritos. Si es miércoles,...

Después del café sale a la calle, camina hacia el trabajo, se sienta en su puesto, y no separa los ojos del monitor hasta la hora de la salida.

Algunos días tiene que hacer horas extras. Siempre hay algún proyecto que no cumple con el calendario de las fases de entrega.

Cuando termina el trabajo sale a la calle, camina hacia su casa, se ducha, se cambia de ropa, y coge el ascensor.

Baja a la calle, camina hacia el bar, pide lo de siempre, y a partir de entonces, como todos los días, tan sólo utiliza una misma palabra: otra.

Se llama Manuel. En su casa no saben qué vida lleva. Vive solo.

Odia las sorpresas. Le gusta la monotonía.

Y es feliz.




1 comentario:

mikto kuai dijo...

Hay más manueles en este mundo que espartacos derrotados en la batalla de Silaro en Lucania.