Misa de 10
Llegué quince minutos antes de las 10. Fui por el lateral de la parroquia y entré con mi llave directamente a la sacristía.
Salí a la calle, di unas caladas rápidas a un cigarrillo, entré en la iglesia y me senté en el primer banco, debajo justo del púlpito.
A partir de ese momento todo fue bastante confuso. Empecé a sentirme mal. Tenía la sensación de que la gente me observaba, y cuando fijé la vista en mi padre vi que portaba una capa de héroe de cómic de color dorado y me miraba con ojos de odio mientras rezaba:
En medio de tanto fervor me puse a vomitar violentamente.
Después de una noche agitada lo único que me molestaba era el dolor de cabeza, pero mi estómago era fuerte y resistía todo tipo de mezclas y garrafas. Esa mañana fue distinta.
Salté rodeando el altar, pasé corriendo a la sacristía, entré en el baño y casi me desmayé. Tenía tal flojera que no recordaba nada igual.
Angustias, la mujer que atiende a mi padre, apareció en el baño y me susurró al oído que Superdios conocía todo lo que había pecado desde el mismo instante en que nací y que había llegado el momento del castigo. Asustado, me incorporé para apartarla pero había desaparecido. Me miré en el espejo, guiñé un ojo para comprobar que era yo quien estaba allí y corrí afuera.
En la puerta estaban el doctor, Paula, Carni, y el salvaje.
- Buenos días papá.
- Llegas tarde.
- No arrancaba el coche.
- Quiero hablar contigo pero ahora no tenemos tiempo.
- Cuando quieras.
- Ya no haces falta. Estoy vestido.
- Voy a mi sitio entonces.
Salí a la calle, di unas caladas rápidas a un cigarrillo, entré en la iglesia y me senté en el primer banco, debajo justo del púlpito.
A partir de ese momento todo fue bastante confuso. Empecé a sentirme mal. Tenía la sensación de que la gente me observaba, y cuando fijé la vista en mi padre vi que portaba una capa de héroe de cómic de color dorado y me miraba con ojos de odio mientras rezaba:
- "... ¡Superdios vengador de las injusticias, Señor, Superseñor justiciero, manifiéstate, con todos tus atributos, haz que los traidores se pierdan en las cercanas montañas o en el desierto y que las adúlteras se ahoguen con la saliva de Satanás!...".
- "... Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Superseñor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas a no ser que lo merezcan. Hijos, adorad a vuestros padres en todo, que eso le da gusto al Superseñor...".
En medio de tanto fervor me puse a vomitar violentamente.
Después de una noche agitada lo único que me molestaba era el dolor de cabeza, pero mi estómago era fuerte y resistía todo tipo de mezclas y garrafas. Esa mañana fue distinta.
Salté rodeando el altar, pasé corriendo a la sacristía, entré en el baño y casi me desmayé. Tenía tal flojera que no recordaba nada igual.
Angustias, la mujer que atiende a mi padre, apareció en el baño y me susurró al oído que Superdios conocía todo lo que había pecado desde el mismo instante en que nací y que había llegado el momento del castigo. Asustado, me incorporé para apartarla pero había desaparecido. Me miré en el espejo, guiñé un ojo para comprobar que era yo quien estaba allí y corrí afuera.
En la puerta estaban el doctor, Paula, Carni, y el salvaje.
1 comentario:
Esto va de puta madre, si se me permite la escasez de ideas. Simple gusto seguir el relato.
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