///

///

viernes, 21 de septiembre de 2007

Apareció de la nada

El sitio estaba vacío. Era muy pronto aún y por eso me encontraba allí bebiendo. No me gusta hacerlo con gente que lleva el ritmo acelerado.

Cuando giré la cabeza encontré su mirada a veinte centímetros de mi rostro. Instintivamente, con un respingo, me retiré un segundo y a continuación, sin remedio, me acerqué rozando su cara para mirar esos ojos, tan bonitos que nunca podría haberlos imaginado.

No dijo nada y autómata cogí su mano, salimos a la calle, dimos unos pasos. Desperté oyendo gente que preguntaba si estaba bien, si llamaban una ambulancia, que qué me había pasado.

Confusión. Sentía aturdimiento en la cabeza y al tocarla noté el calor húmedo de la sangre.


No tenía encendedor, ni reloj, ni documentos, ni dinero. Hasta habían desaparecido los cigarrillos. La única preocupación era saber que no volvería a ver esos ojos preciosos. Que no podían ser humanos.


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Un par de veces me he sentido exactamente así (si dejamos de lado el hecho de que en el bolsillo seguía teniendolos documentos, el dinero, los cigarrillos, el encendedor...).

Cuando te lanzas, describes muy bien.

Anónimo dijo...

Por un momento me habí parecido un texto sacado de la obra de teatro "La cabra o quién es Silvia", salvo que una cabra no tiene mano, pero sí que no lleva encima cigarrillos, documentos ni dinero.

"Calor húmedo de la sangre": siempre he de recordar que la sangre fluye constantemente por nuestro interior.

ese dijo...

Igual fue Silvia quien se comió los cigarrillos...

Anónimo dijo...

Me gustó mucho esa obra (menos el final-final)

ese dijo...

No pude verla, pero me la contaron enterita...