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viernes, 20 de abril de 2007

La memoria del agua

Llegar a la conclusión de que el agua no es tan sólo un líquido sin color, sabor, ni olor es de lo más fácil.

No hay más que beberla en ciudades diferentes o, sin salir del barrio, darse una vuelta por el supermercado y comprobar la existencia de múltiples marcas que la embotellan cogiéndola en distintos manantiales con propiedades todas ellas insuperables.

Las ciudades se han creado en sitios en los cuales el agua era accesible. En riveras de ríos, en las cercanías de lagos y manantiales, en lugares con facilidad de alcanzar las aguas subterráneas.

Y siempre ha habido un culto hacia sus propiedades mágicas. En las religiones suele existir algún rito en el que agua se utiliza, normalmente con la intención de purificar.

Casi toda la materia de la que estamos formados es agua.

Y cuentan algunos científicos que tiene memoria. Que no hay dos gotas iguales porque cada una de ellas se acuerda de quién es, de dónde viene, de los lugares que ha visitado.

¿Será el agua quien transmite la memoria colectiva a través de los siglos?

Es lo único que queda de nosotros. El agua, ese líquido que nunca ha sido anónimo.

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