Sacros secretos
- ¿Qué te ha pasado en misa?
- Anoche debí comer algo en malas condiciones.
- Quizá fuera la bebida.
- O tus sermones.
- Déjate de hostias. Quiero hablar contigo.
- Cuenta. Pero no te extiendas mucho que no estoy para charlas.
- Ayer fui a Boceguillas del Gargüero. Se estaba muriendo un anciano, el párroco de allí tenía gripe, y me llamaron para la extremaunción.
- ¿Y?
- Me contó algo muy interesante.
- ¿En la confesión?
- Claro joder, cuándo si no. ¿Me vas a dejar hablar?
- No grites que me duele la cabeza.
- Hace más de treinta años, en una ermita abandonada de un pueblo de por ahí, al levantar unos muros para llevarse las piedras y utilizarlas para construir un cobertizo, encontró una sala que estaba tapiada. Entró allí y vio en un pedestal la talla de un santo. Le gustó y se la llevó.
- ¿Y?
- Que quiero que vayas a por ella y la traigas.
- ¿Dónde está?
- Me contó que en su finca. Al fondo del establo tiene construida una habitación y dentro está la figura.
- ¿Habrá mucha gente?
- Nadie, vivía solo. Ve por la noche con mi furgoneta y tráete la estatua. Quiero saber de quién es y si tiene algún valor.
- ¿Esta noche?
- Sí, cuanto antes mejor. No vaya a ser que tenga algún heredero o un vecino pase por su casa, encuentre la habitación y nos quite la imagen.
- Después de comer me echo una buena siesta, me cuentas con detalle dónde están sus terrenos y me voy a por ella.
Escuché las campanadas de las tres, las cuatro y las cinco. No conseguí dormir pero me sentó bien el reposo.
Siempre me ilusionaba ir en busca de tesoros. Aunque seguramente éste no valdría más de 200 ó 225 euros. Por toda la zona ya se habían encargado los coleccionistas de arte sacro de desvalijar las iglesias por las noches o, sin ningún inconveniente, sobornar al párroco de turno por una mierda de miles de pesetas.
Conocía toda la región y ya había robado o comprado muchas piezas que luego vendía a intermediarios. Por eso estaba convencido de que el paseo nocturno no iba a reportar un beneficio económico, pero al menos pasaría un rato entretenido y olvidaría mientras tanto el destrozo que habían cometido en mi casa esos cabrones sin escrúpulos.
No entendía por qué habían hecho eso. Al fin y al cabo todos sabíamos de qué iba la fiesta. Bueno, el doctor no, pero no le imaginaba cargando con una lavadora hasta la habitación.
Algo debió ocurrir porque esta mañana estaban juntos esperándome para liarla y se les veía bien avenidos.
Y a la vista de su compañerismo y unión en contra mía, les tenía que preparar algo especial para que se sintieran más íntimos.
Cuando terminara el encargo de mi padre ya pensaría algo divertido.
Mientras tanto disfrutaría esta noche.
2 comentarios:
Ya tenemos dos esperas:
lo que piensa
esa noche.
Creo que va a tener una noche algo movidita.
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