///

///

miércoles, 30 de abril de 2008

Albert Hofmann

¡Feliz viaje!



miércoles, 23 de abril de 2008

Los árboles andan

  • Los árboles andan.
Nos miramos de reojo sin saber qué decir.

Hacía mucho tiempo que Ester no acudía a las cenas semanales. A raíz de su accidente con el coche estuvo algo más de un mes hospitalizada debido al traumatismo craneal que sufrió al golpearse contra el parabrisas.

Los doctores dijeron que en las pruebas de imagen se observaba que la zona derecha de su cerebro estaba soportando mucha presión al estar inflamada a causa de unos hematomas. Opinaban que se reabsorberían por sí mismos pero temían que el proceso fuera muy lento y pudieran provocar un desajuste neuronal. Fue intervenida quirúrgicamente y pasados unos días confirmaron que la operación había resultado satisfactoria ya que en la resonancia magnética se veía que los hematomas habían desaparecido.

A la semana salió del hospital pero, según me contó por teléfono, no se encontraba del todo bien. No podía dormir a pesar de la mediación que tomaba, se mareaba y sentía como la parte izquierda de su cuerpo perdía movilidad a la vez que los colores viraban en su totalidad hacia la gama del verde.
  • Tranquila. No te preocupes. Cuenta a tus médicos estas molestias. Será que aún te encuentras algo traumatizada por el accidente, el hospital, la operación... las recuperaciones siempre son lentas.
  • No han encontrado nada extraño y ya he desistido de contarles más. No quiero que piensen que estoy loca y se les ocurra encerrarme para hacerme pruebas extrañas o medicarme hasta que no me entere de nada.
  • Si quieres hablo con la hermana de Rubén que es sicóloga. Quizá te sirva de ayuda y así no hace falta que te vean en el hospital.
  • No. Déjalo. No tiene importancia. Ya os llamaré un día de estos y quedamos para cenar.
Unas semanas después fue la cita. Nos juntamos cerca de treinta. Teníamos muchas ganas de verla.
  • Cuando me salí de la carretera iba directa contra un árbol y éste se apartó. Se movió hacia un lado pero no le dio tiempo a retirarse del todo y me estrellé contra él. Cuando llegó la ambulancia pude ver que estaba arrancado del suelo.
  • Lo mismo fue una ilusión óptica. Te habías salido. El coche iría descontrolado. El susto.
  • No. Lo vi muy claro. Intentó retirarse de mi camino. He vuelto al lugar del accidente y aún se encuentra allí. Tumbado en la tierra. Secándose. Muerto.
  • Venga Ester. Lo importante es que tú estás bien.
  • No son tonterías lo que os cuento. Los árboles andan. Despacio.

miércoles, 16 de abril de 2008

Sin recuerdos

No renegaré ahora de todo.

De lo que soy o he sido. De lo que añoro o he guardado. De lo que odio o he querido.

Tampoco afirmaré que algo de ello exista o haya ocurrido.

Ha sido tan profundo el proceso del olvido que, al modificar tantas cosas para hacerme posible la vida, puedo ser un invento mío.

Ahora, débil, sin memoria ni fuerza para olvidar que quiero conocer mis recuerdos, no sé si podré continuar la patraña.


lunes, 7 de abril de 2008

Me llamo Justo

  • Hola, me llamo Justo Pachorra y soy funcionario.
  • Te queremos Justo, bienvenido al sindicato.


jueves, 3 de abril de 2008

Pensar es suficiente

Hace unos días decidí no moverme de casa. No sé porqué. Una prueba más de mi falta de sensatez e incapacidad por comprender el concepto de la realidad práctica.

Implicaba dejar de ir al trabajo, de ir al mediodía a la piscina, de ver a los amigos, olvidarme de los paseos nocturnos, del cine, los conciertos, cenas, compromisos, fiestas...

Todas las actividades que implicaran tener que salir a la calle se acabaron de golpe.

Comprobando que el grado de ansiedad no disminuía al tomar esa decisión incrementé la apuesta y tiré el cartón de tabaco que guardaba en el frigorífico por la ventana, no sin antes vaciar de comida la nevera al igual que la despensa y depositarlo todo en el mismo espacio público.

  • Si no salgo a la calle, no trabajo, no veo nada y a nadie, pues tampoco fumaré ni comeré. Pensé de corrillo.

Austeridad extrema. Como si fuera un asceta abstinente intoxicado después del clásico periodo de cuarenta días.

Dos semanas llevo así.

He pasado por muchas fases: necesidad de fumar, hambre, angustia, insomnio, euforia, debilidad, meditación, sueño, vitalidad, brillantez pensante, sensación de triunfo, abatimiento, envenenamiento, desconfianza, sospecha, dejadez, descubrimiento... Demasiadas sensaciones alternándose y simultaneando estados contrarios fisiológicos y de ánimo.

Afortunadamente vivimos en el siglo XXI y todos sabemos de qué va todo. Para eso tenemos internet, los best sellers, los relatos, las oraciones, las películas, las leyendas urbanas: una vez que cumpla los cuarenta días veré a dios y me contará que soy el profeta.

Como no quiero llegar a ese punto que considero tan perturbador, maleducado, desagradable e inoportuno, he decidido salir esta noche a bailar un rato.

Me espera una noche que seguramente no recordaré. Llevo tanto tiempo sin comer, fumar, ni beber alcohol que, cuando respire con deleite el aire de la ciudad, posiblemente, terminaré desmayado en cualquier garito o esquina.

A la ducha.

La semana que viene tendré que inventar alguna buena excusa para contar en el trabajo.